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“Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”. Decir 1984 es decir distopía. Porque esta es una novela que nos presenta un posible futuro de los más aterradores posibles, y no solo por la violencia que pueda ejercer el poder contra los disidentes, sino por la manipulación de las masas, la instrumentalización del pasado o la privación de intimidad de los ciudadanos. Como en Rebelión en la granja, su lectura directa es un reflejo en clave fantástica del estalinismo, pero en una visión más amplia es un relato de cómo los avances en ciencias sociales pueden usarse para aplastar al individuo como tal y forzarle a disolverse en la masa. Y hacerse de tal manera que, aunque el uso de la violencia está presente, la principal herramienta para ello es presentar a la disidencia como malvada y nociva, y al poder omnipresente como benéfico, protector y salvador. Elementos que —aparte de la calidad literaria— han hecho que la obra haya sobrevivido al estalinismo al que criticaba.